Autora: Anny Heroína Castillo Peña
Estudiante Grado en Derecho IOMG
En un mundo donde la justicia a menudo se tambalea entre la luz y la sombra, el jurista es un faro que debe mantenerse firme. Pero ¿qué hace que un jurista no solo sea un experto en leyes, sino un verdadero arquitecto de una sociedad equitativa? La respuesta no se encuentra en los códigos ni en los tratados; está en los cimientos éticos que guían su acción. Mi perfil ético se fundamenta en dos principios inquebrantables: la justicia y la sensatez. Estos valores no son elecciones aleatorias, sino convicciones profundas que moldean mi visión del derecho y de la vida.
La justicia es el eje central de mi vocación. La elegí porque es el compromiso de dar a cada persona lo que merece, de proteger la dignidad humana y de corregir los desequilibrios sociales. La justicia no es una idea abstracta; es una responsabilidad constante y activa. Es ver lo invisible, escuchar a quienes han sido silenciados y actuar con valentía para restablecer el equilibrio donde ha sido roto.
En mi vida personal, aplico la justicia al defender siempre lo correcto, incluso cuando es difícil o impopular. Busco que mis acciones reflejen equidad y respeto por los derechos de los demás. En mi futura carrera profesional, este valor me guiará al garantizar que cada persona, sin importar su posición, reciba un trato justo y digno. Seré una defensora incansable de los derechos humanos y me comprometeré a cuestionar y mejorar las leyes para el bien común.
Sin embargo, la justicia sin sensatez puede convertirse en rigidez e inflexibilidad. Por eso, mi segundo valor esencial es la sensatez. La sensatez es la capacidad de equilibrar el corazón y la mente, de discernir cuándo actuar con firmeza y cuándo ceder con prudencia. La elegí porque permite humanizar el derecho, reconociendo que detrás de cada caso hay personas con historias, sueños y sufrimientos que merecen ser considerados.
En mi vida diaria, la sensatez me ayuda a reflexionar antes de actuar, a escuchar con empatía y a comprender diferentes perspectivas. En mi práctica profesional, será mi guía para tomar decisiones justas sin perder de vista la humanidad de quienes están involucrados. La sensatez me recordará que el derecho no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para construir una sociedad más justa y armoniosa.
A estos pilares se suman otros valores que complementan mi perfil ético. La cortesía, facilita el diálogo y el entendimiento, permitiendo que incluso en el desacuerdo haya espacio para el respeto mutuo. La verdad, es el cimiento de la confianza y la imparcialidad, sin la cual la justicia pierde su esencia. Finalmente, el respeto, garantiza que cada individuo sea escuchado y valorado en su unicidad.
Estos valores se traducen en acciones concretas. En mi vida personal, busco ser una persona justa y sensata en cada interacción, defendiendo siempre lo correcto con empatía y prudencia. En mi futura práctica profesional, seré una jurista que no solo aplica las leyes, sino que también las cuestiona y las perfecciona para reflejar los principios de justicia y humanidad.
Creo firmemente que la verdadera grandeza de un jurista no se mide por sus victorias en los tribunales, sino por su capacidad de generar un impacto positivo en la vida de las personas. Mi compromiso es actuar con justicia y sensatez, inspirando a otros a hacer lo mismo y construyendo juntos un mundo más equitativo y humano.
Este es mi perfil ético: una brújula que nunca deja de señalar hacia lo correcto, una voz que defiende a quienes no pueden hacerlo y un corazón que late al ritmo de la justicia y la sensatez. Porque, al final, ser jurista no es solo conocer las leyes, sino tener el valor de vivirlas y el compromiso de mejorarlas para todos.
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